El cuidado de la salud y de la vida.
El cielo no se extiende allí en lo alto.
Y tampoco la tierra está aquí abajo.
No existen ni cielo ni tierra.
La mente humana es la que ve el cielo como cielo,
y la tierra como tal, dándoles así su existencia.
El cielo y la tierra sólo existen en nuestra mente,
pues por naturaleza constituyen un todo.
Y según como se consideren,
el sol es diminuto y la pulga gigantesca.
. . .
El cuidado de la salud, de la vida,
no consiste en vivir poseídos por incansables ansias de ganarse
el sustento o encerrados en una jaula de obligaciones.
Es respirar por la nariz, comer con la boca y andar con las piernas.
Es moverse tal como se mueve el cielo,
y es la calma propia de la tierra.
Es tomar una firme conciencia de que el cielo y la tierra se mueven,
que nunca dejan de hacerlo,
y respirar del mismo modo.
. . .
El cuidado de la salud, de la vida, consiste en vivir naturalmente.
Y vivir con naturalidad es evacuar si se ha comido,
y orinar tras haber bebido agua.
Es obrar con ánimo y espontaneidad cuando se actúa,
y con el ki sosegado y vacía la mente;
y al cansarse, dormir; y dormir hasta el momento del despertar.
Y para ello resultan necesarios el día y también la noche.
Y para ello gira la tierra y brilla el sol.
Hay días de lluvia. Y así mismo días de sol.
Un dicho antiguo afirma:
"El día soleado para el trabajo en el campo,
y el día lluvioso para la lectura".
Actuar de día, descansar de noche:
así se mueve uno con el sol y la tierra.
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Si hace calor, te aligeras de ropa;
si hace frío, te abrigas; y si llueve, llevas el paraguas.
Si sientes miedo, temes; en la alegría te ríes;
y en las tribulaciones sufres.
El placer de vivir consiste en actuar de acuerdo con
el movimiento del ámbito humano: llorar, reír, enfadarse.
Cuidar de la salud, de la vida,
no es fruncir el ceño para darse importancia en un momento de diversión.
Y cobardía es no poder enfadarse cuando la circunstancia así lo requiere.
La tristeza perdura si no se llora.
Y quien no sabe reírse a carcajadas no es otra cosa que un necio.
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La flor se abre.
Y el pájaro canta.
La montaña es alta.
Y el agua corre.
Sin embargo, la flor una vez abierta se cae.
Y los frutos maduros también.
Tras haber vivido, nos visita la muerte:
claro como el agua es esto.
Desear morir con sosiego cuando
se es incapaz de vivir con ánimo e intensidad,
es como aspirar al sueño profundo sin haberse cansado.
Sea como sea, lo vivo muere.
Y, por no comprenderlo, quienes más pretenden cuidar de su salud,
de su vida, son los que menos entienden de ambas.
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El cuidado de la salud, de la vida,
es vivir todo lo que nos es dado vivir,
y morir cuando se presente el momento.
No se puede vivir ni morir a hurtadillas.
La nariz es vertical;
los ojos, horizontales.
Y no se puede comer con la nariz.
Se llega al camino sin dificultad:
así es el cuidado de la salud, de la vida.
H. Noguchi
Agosto de 1945
Viento
Lo primero es moverse.
Aunque carece de forma, el viento mueve todo lo que tiene forma;
y a través del movimiento de todo lo que tiene forma, se percibe.
Al sentirlo, todo empieza a estremecerse por simpatía.
Alzan su voz hasta los agujeros más pequeños del cielo y la tierra.
Los bambúes, el agua, los quicios de las puertas,
lo acompañan con sus voces.
El polvo se arremolina, se agitan los árboles,
tiemblan las casas y hasta los cables de la luz se ponen a vibrar.
El cielo y la tierra están envueltos en el viento.
Lo primero es moverse.
Y mover lo cercano.
Si no responde, abandónalo e intenta más allá.
Si no hay reacción, ve más lejos.
Mientras no se extinga el movimiento profundo,
irá propagándose hasta el infinito.
Esto es el viento.
La fuerza que levanta el viento existe en el fondo de todos.
Al enfrentarse a lo inmóvil, no pierdas la esperanza.
Si el movimiento está latente dentro de ti, se manifestará;
lo que se ha comunicado a su vez impulsa movimiento en otros.
Que cada uno se ponga en movimiento desde sí mismo:
éste es el primer paso.
Haruchika Noguchi
Fragmentos extraídos © Revista Zensei (Sociedad Seitai, Tokio)