En un mundo donde la muerte es el cazador no hay tiempo para dudas ni lamentos.
Sólo hay tiempo para decisiones. No importa cuáles sean las decisiones.
Nada puede ser más serio que lo demás.
En un mundo donde la muerte es el cazador no hay decisiones grandes o pequeñas.
Sólo hay decisiones que un guerrero toma a la vista de su muerte inevitable. p. 97
Un guerrero debe enfocar su atención en el vínculo que lo une con su muerte.
Sin remordimiento ni tristeza ni preocupación, debe poner su atención en el hecho
de que no tiene tiempo y dejar que sus actos fluyan de acuerdo con ello.
Ha de hacer de cada uno de sus actos su última batalla sobre la tierra.
Sólo en tales condiciones tendrán sus actos el poder que les corresponde.
De otro modo serán, mientras viva, los actos de un necio. p. 106
Un guerrero cazador sabe que su muerte lo aguarda, y que ese mismo acto
que ahora está realizando puede muy bien ser su última batalla sobre la tierra.
Lo llama batalla porque es una lucha. La mayoría de la gente pasa de acto en acto sin luchar
ni pensar. Un guerrero cazador, por el contrario, evalúa cada acto; y como tiene un conocimiento
íntimo de su muerte, procede juiciosamente, como si cada acto fuera su última batalla.
Sólo un necio dejaría de notar la ventaja que un guerrero cazador tiene sobre sus semejantes.
Un guerrero cazador da a su última batalla el respeto que merece.
Es natural que su último acto sobre la tierra sea lo mejor de sí mismo. Así le place.
Así le quita el fijo a su temor. p. 107
Un guerrero no es más que un hombre, un hombre humilde.
No puede cambiar los designios de su muerte. Pero su espíritu impecable, que ha reunido poder
tras grandes penalidades, puede ciertamente detener su muerte por un momento, un momento
lo bastante largo para permitirle regocijarse por última vez en la evocación de su poder. Podemos
decir que ése es un gesto que la muerte tiene con quienes poseen un espíritu impecable. p. 112
No importa cómo lo hayan criado a uno.
Lo que determina el modo en que uno hace cualquier cosa es el poder personal.
Un hombre no es más que la suma de su poder personal,
y esa suma determina cómo vive y cómo muere. p. 113
El arte del guerrero consiste en equilibrar el terror de ser un hombre
con la maravilla de ser un hombre. p. 118
Un guerrero ya se considera muerto, así que no tiene nada que perder.
Lo peor ya le ha pasado; por tanto, se siente tranquilo y sus pensamientos son claros.
Nadie que lo juzgase por sus actos o por sus palabras podría jamás sospechar
que lo ha presenciado todo. p. 141
Sin la conciencia de la muerte, todo es ordinario, trivial. Sólo porque la muerte lo acecha
es por lo que un guerrero tiene que creer que el mundo es un misterio insondable. p.158
La totalidad de nosotros mismos es algo muy misterioso. Necesitamos solamente una porción
muy pequeña de esa totalidad para llevar a cabo las tareas más complejas de la vida.
Pero, al morir, morimos con la totalidad de nosotros mismos. p. 161
Cuando un guerrero toma la decisión de pasar a la acción, debería estar dispuesto a morir.
Si está dispuesto a morir, no habrá tropiezos, ni sorpresas desagradables, ni actos innecesarios.
Todo encajará suavemente en su sitio porque no espera nada. p. 163
El guerrero, como maestro, enseña tres técnicas a su aprendiz para ayudarle a borrar su historia
personal: perder la propia importancia, asumir la responsabilidad de los propios actos y utilizar
la muerte como consejera. Sin el efecto benéfico de estas tres técnicas, el borrar la historia personal
le hace a uno veleidoso, evasivo e innecesariamente dudoso de sí mismo y de sus acciones. p. 165
Al poder que gobierna el destino de todos los seres vivientes se le llama el Águila,
no porque sea un águila ni porque tenga que ver con las águilas, sino porque aparece
ante los ojos del vidente como un águila inconmensurable, negra como el azabache,
erguida como se yerguen las águilas, cuya envergadura alcanza el infinito. p. 220
El Águila devora la conciencia de todas las criaturas que, vivas en la tierra un momento antes,
y ahora ya muertas, van flotando como un incesante enjambre de luciérnagas hacia el pico del
Águila, al encuentro de su dueño, de la razón de haber tenido vida.
El Águila desenreda esas minúsculas llamas, las tiende como un curtidor extiende una piel y
después las consume, pues la conciencia es el sustento del Águila. p. 221
A toda cosa viviente se le ha otorgado el poder, si así lo desea, de buscar una apertura hacia la
libertad y de pasar por ella. Es obvio para el vidente que ve esa apertura, y para las criaturas
que pasan por ella, que el Águila ha otorgado ese don a fin de perpetuar la conciencia.
p. 223
Cruzar hacia la libertad no significa alcanzar la vida eterna en el sentido usual de eternidad;
esto es, vivir por siempre. Ocurre, más bien, que los guerreros pueden conservar su conciencia,
que normalmente se abandona al momento de morir. En el momento de cruzar, el cuerpo en su
totalidad se inflama de conocimiento. Al instante, cada célula se torna consciente de sí misma y,
además, consciente de la totalidad del cuerpo. p. 224
Los guerreros encaran el tiempo que llega.
Normalmente encaramos el tiempo que se aleja de nosotros;
sólo los guerreros pueden
cambiar esta situación y encarar el tiempo a medida que avanza hacia ellos. p. 234
Los guerreros tienen una sola cosa en mente; su libertad.
Morir y ser devorado por el Águila no representa ningún desafío.
En cambio, escabullirse del Águila y ser libres es la mayor de las audacias. p. 235
Lo desconocido es algo que está velado para el hombre, amparado quizás en un contexto aterrador;
pero aun así está al alcance del hombre. En cierto momento, lo desconocido se convierte en conocido.
Lo que no se puede conocer, en cambio, es lo indescriptible, lo impensable, lo inconcebible.
Es algo que jamás conoceremos y que sin embargo está ahí,
deslumbrante y a la vez horroroso en su vastedad. p. 256
Lo cierto, para un vidente, es que todos los seres vivos luchar por morir.
Lo que detiene a la muerte es la conciencia. p. 261
Los guerreros que alcanzan deliberadamente la conciencia total son algo digno de contemplar.
Ése es el momento en que arden desde adentro. El fuego interno los consume. Y en plena conciencia,
se funden con el conjunto de las emanaciones del Águila y se deslizan a la eternidad. p. 264
El misterio de la conciencia es la oscuridad.
Los seres humanos están inundados de ese misterio, de cosas que son inexplicables.
Considerarnos a nosotros mismos en cualesquiera otros términos es una locura.
Así que un guerrero no degrada el misterio del hombre tratando de racionalizarlo. p. 267
Lo peor que podría ocurrirnos es tener que morir, y puesto que ése es ya nuestro destino inalterable,
somos libres; quienes lo han perdido todo no tienen ya nada que temer. p. 269
El poder del hombre es incalculable; la muerte existe sólo porque la hemos intentado desde
el momento en que nacemos. El intento de la muerte puede suspenderse haciendo que
el punto de encaje cambie de posiciones. p. 289
Los chamanes videntes de la antigüedad advirtieron, gracias a su capacidad de ver,
que cualquier comportamiento inusual producía un temblor en el punto de encaje.
En seguida descubrieron que si el comportamiento inusual se practica sistemáticamente y
se dirige con sabiduría, acaba forzando al punto de encaje a moverse. p. 292
El conocimiento silencioso no es sino el contacto directo con el intento. p. 293
Para poder acceder a los misterios del chamanismo es preciso que el espíritu descienda
sobre el interesado. La presencia del espíritu desplaza por sí sola el punto de encaje del
hombre hasta una posición determinada. Este punto preciso es conocido por los chamanes
como el lugar de la no compasión. p.298
No existe, en realidad, ningún procedimiento para hacer que el punto de encaje se desplace
al lugar de la no compasión. El espíritu toca a la persona, y su punto de encaje se desplaza.
Así de simple. p. 299
Lo que necesitamos hacer para que la magia pueda apoderarse de nosotros es desvanecer las dudas
de nuestras mentes. Una vez desvanecidas las dudas, todo es posible. p. 300
Todo lo que los guerreros hacen es consecuencia del desplazamiento de sus punto de encaje,
y tales desplazamientos están determinados por la cantidad de energía que los guerreros tienen
a su disposición. p. 302
Cualquier movimiento del punto de encaje significa alejarse de la excesiva preocupación
por el yo individual. Los chamanes creen que es la posición del punto de encaje lo que hace que
el hombre moderno sea un ególatra homicida, un ser totalmente atrapado en la imagen de sí mismo.
Habiendo perdido cualquier esperanza de regresar a la fuente de todo,
el hombre corriente busca consuelo en su egoísmo. p. 303
En el mundo de la vida cotidiana, nuestra palabra o nuestras decisiones se pueden revocar muy
fácilmente. Lo único irrevocable en el mundo cotidiano es la muerte. En el mundo de los chamanes,
en cambio, la muerte puede recibir una contraorden, pero no la palabra del chamán. En el mundo
de los chamanes las decisiones no pueden cambiarse o revisarse. Una vez que han sido tomadas,
valen para siempre. p. 306
Una de las cosas más dramáticas de la condición humana es la macabra conexión que existe entre
la estupidez y la imagen de sí. Es la estupidez lo que obliga al hombre corriente a descartar cualquier
cosa que no se ajuste a las expectativas de su imagen de sí mismo. El hecho de ser hombres corrientes,
por ejemplo, hace que seamos ciegos a una parte del conocimiento accesible al ser humana que es
absolutamente crucial: la existencia del punto de encaje y el hecho de que puede desplazarse. p. 307
El problema del hombre es que intuye sus recursos ocultos pero no se atreve a utilizarlos.
Por eso dicen los guerreros que el problema del hombre es el contrapunto que crean su estupidez y
su ignorancia. El hombre necesita ahora, más que nunca, que le enseñen nuevas ideas que tengan
que ver exclusivamente con su mundo interior; ideas de chamanes, no ideas sociales; ideas relativas
al enfrentamiento del hombre con lo desconocido, con su muerte personal. Ahora, más que nunca,
necesita que le enseñen los secretos del punto de encaje. p. 309
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La forma humana es un conglomerado de campos de energía que existe en el universo y que está
exclusivamente relacionado con los seres humanos. Los chamanes lo llaman forma humana porque
esos campos de energía han sido retorcidos y deformados por toda una vida de hábitos y maltratos.
p. 183
Los guerreros deben ser impecables en esfuerzo por cambiar, con el fin de asustar a la forma humana
y deshacerse de ella. Al cabo de años de impecabilidad, llegará un momento en que la forma humana
no soportará más y se irá. Es decir, llegará un momento en que los campos de energía, retorcidos por
toda una vida de hábitos, se enderezarán. Este enderezamiento de los campos de energía afecta
profundamente al guerrero, que puede incluso morir; pero un guerrero impecable siempre sobrevive.
p.185
La pérdida de la forma humana es como una espiral.
Le da a un guerrero la libertad de recordarse a sí mismo como un conglomerado de campos de energía
enderezados, lo que a su vez le hace aún más libre. p. 211
Cuando llegó el momento en que abandonó efectivamente el mundo,
don Juan se convirtió en una especie de coloreada y vaporosa luminosidad.
Era pura energía, fluyendo libremente en el universo. p. 170
Ya me di al poder que a mi destino rige.
Y no me aferro ya a nada, para así no tener nada que defender.
No tengo pensamientos, para así poder ver.
No temo ya a nada, para así poder acordarme de mí.
Atravesaré como una flecha
el Águila para ser libre.
p. 216 (El Don del Águila, 124)